La vida de Santa Clara cambió radicalmente cuando se dejó atrapar por el amor de Dios y centró su corazón en el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin condiciones ni hipocresías. En su día a día la escucha de la voluntad Dios y de las hermanas y hermanos generó en su ser una gran capacidad de ternura; la oración compartida en fraternidad y vivida íntimamente la convirtió en colaboradora activa del Reino en bien de los demás. En su vida personal soportó el sufrimiento, la adversidad, la incomprensión sin críticas ni quejas, su respuesta fue siempre la de vivir coherentemente la fe. Sus últimas palabras fueron una acción de gracias al Señor por haberla creado. Las santas como Clara de Asís cambian el mundo a mejor, transformándolo permanentemente por el poder del amor. Son un espejo que refleja la capacidad generativa de la gratuidad de vida, la generosidad  sin condicones y la fidelidad al proyecto de Dios.